
Un Domingo 20 de Junio del año 2005 supe que sería padre. Reaccioné cortándome el pelo y buscando trabajo con tácticas y estrategias desesperadas. Consideré necesario marcar un antecedente de presencia y respuesta. Quise vivir con Sandra. En poco tiempo pasé a ser un allegado de su familia y de la señora Nelba – mujer infinita, abuela rockera que nunca ha dejado de acompañarnos -. Sin más, había ingresado al mundo del orden y la perseverancia.
Como hombre, mi cuerpo no sufrió mayor cambio, no estaban las sensaciones del embarazo. Tuve que imaginarlo y construirlo. Comencé a soñar con paisajes australes. También comencé a tener pesadillas. Despertaba asustado sin saber en qué me convertiría. Pero la escritura me acompañaba. Con Sandra nos protegíamos de los embates de la cotidianeidad besándonos cuidadosa y sigilosamente. Todo ocurrió con la sabia velocidad de la naturaleza.
“La mano en la cara” simboliza el miedo a lo incierto, la vergüenza y lo sugerente de cubrirse; fragmentos de realidad que asoman a contraluz por entre los dedos. La mano en la cara es el claro oscuro del transito forzado, es - en definitiva- pura evocación.
Recuerdo el nacimiento de Violeta, recuerdo la mirada de su madre.
El 25 de febrero del 2006 nace Violeta, pesando tres kilos setecientos gramos y midiendo cincuenta y tres centímetros.
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